lunes, 31 de marzo de 2014

Últimas carreras...

Acaba el segundo fin de semana corriendo en familia. Nada que comparar entre uno y otro salvo la grandísima satisfacción tras cruzar la meta y la compañía. 
 
El domingo 23 de marzo corrimos el trail Donostia-Hondarribia, tras haber pasado una de las peores noches de nuestras vidas. Dormimos en las furgonetas a orillas de la playa de Hondarribia todos los que íbamos a correr: dos de nuestros primos, mi hermana, mi novio y yo. No pegamos ni ojo ninguno de los cinco por el frío. Nos llovió, nos granizó y el viento movía las furgonetas. 


Al día siguiente, dos minutos tras el pistoletazo de salida, el cielo decidió descargar todo el granizo que guardaba en la recámara. La lluvia fina y tormentas de granizo nos acompañaron durante los 31 kilómetros que separaban las dos ciudades, pero el mal tiempo no deslució la carrera, al contrario. 
 

Corrí los veinte primeros kilómetros acompañada por mi hermana, que iba acusando el cansancio de los kilómetros, y yo me adelanté los últimos kilómetros, todavía fresca. Disfruté de toda la carrera, desde la subida atropellada a Ulia, el paso en barco de Pasai San Pedro a Pasai San Juan, las vistas de la costa tras la subida eterna de Jaizkibel... Y sobre todo la llegada a meta, donde nos esperaban por sorpresa padres, tíos, y hasta compañeros de trabajo. ¿Lo peor del día? Limpiar las zapatillas. 




Ayer participamos en la Bilbao MendiTrail. El circuito arrancaba del Museo Marítimo y los 24 kilómetros rodeaban la ciudad por el anillo verde. Tras subir todas las escaleras del Guggenheim y un tramo de asfalto empezó lo bonito. No eran subidas demasiado técnicas, aunque tuvimos un tramo de bajada tan embarrado que la organización puso cuerdas y voluntarios. Aunque sólo fueron tres o cuatro metros rapelando, nos sentimos como "el último superviviente", bajando paredes, sorteando los árboles a toda velocidad, cruzando un arroyo, saltando los árboles caídos... 

La última subida era más vertical, con menos descansos que las anteriores. Yo me adelanté a mi hermana y a muchos corredores que nos habían ido pasando (ser pequeña y ligera a veces tiene sus ventajas), aunque en la última bajada hasta el Bilbao Arena, ya por asfalto, notaba las rodillas cargadas. En la meta nos esperaban mis tíos, mi primo ya duchado, comido y descansado, y una hamburguesa de euskal okela para chuparse los dedos...