lunes, 15 de marzo de 2010

Pensando en alto


Señoras y señores, si el fin de semana pasado fue mi primer duatlón de la temporada, hoy ha tenido lugar mi primera cita con el cicloturismo, de la cual también he salido con vida, a pesar de las bajas temperaturas y sobre todo, esta humedad que hace que te duela hasta respirar. No llaman a Vitoria Siberia-Gasteiz por nada... 

El cicloturismo es tradición en mi familia, mi abuelo materno, mis tíos, primos y mis padres (sí, ambos dos) han practicado el cicloturismo desde siempre. Por supuesto, siempre vestidos de rosa, con el maillot de la Sociedad Ciclista Vitoriana. Tanto a mi hermana como a mí, desde bien pequeñitas nos han inculcado el buen hábito del deporte, así que desde los 11 o 12 años, que fue cuando me compraron mi primera bicicleta de carretera, he salido los domingos con "la Ciclis" o "la Vitoriana", o la "Soci", como siempre la he llamado. Luego vino la universidad y un pequeño paréntesis, pero este año vuelvo con ganas.

Hoy han sido 75km, lejos de los 90 que marcaba el calendario, pero se ha comentado que había alguna carretera en obras. Ha sido una distancia más que suficiente para ser el primer día y el cuerpo ha respondido mejor de lo que pensaba. Ruta: Landa-Ollerías-Etxaguen-Gopegui-Zarate-Murguía-almuerzo en Izarra y vuelta alternativa por el puerto Aiurdin.

Curiosos los caprichos de la mente, que mientras iba subiendo hacia Etxaguen y más tarde subiendo Zarate sólo resonaba una canción en la cabeza, muy distinta de las que acostumbro a escuchar cuando entreno. Una gran canción de una gran artista.



Y como buena amante de mis estudios que soy, ya que pasaba por el pantano de Ullibarri-Gamboa, ¿cómo no iba a fijarme en ese preciosa casa de vidrio y hormigón del arquitecto vitoriano Jose Ramón Castillo? Estaba enamorada de ella desde que la estaban construyendo y aún no sabía ni que era residencial, hasta que la ví en la portada de la revista "Arquitectura y Diseño". Ahí estaba ella, como levitando sobre una plataforma verde, en diálogo directo con el agua calmada del pantano, con una luminosidad y unas líneas tan puras que recuerdan a la obra de maestros como Mies van der Rohe o Le Corbusier.
 
Imaginaos cómo sería levantarse y ver esto...No es necesario colgar pinturas en la pared, porque las ventanas ya estarían enmarcando el mejor de los paisajes.

 

(Disculpad la chapa, pero cuando me sale la vena arqui-friki me emociono pensando tanto escribiendo en alto...).

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